Una niña de 6 años en clase de dibujo, que no solía prestar atención,
atrajo el interés de la profesora al verla inmersa en su tarea. La
profesora le pregunta "¿Qué estás dibujando?", la niña contesta "Estoy
dibujando a Dios", a lo que la profesora responde "Pero nadie sabe cómo
es Dios", y la niña sentencia "Lo van a saber en un minuto". Es una de
las anécdotas que Ken Robinson, uno de los mayores expertos en educación
y creatividad, cuenta en su intervención en TED. Con mucho sentido del
humor,
reivindica la necesidad de respetar la creatividad de los
niños y apostar por un sistema educativo que prepare a las personas
para un futuro incierto. Los motores de nuestra sociedad actual
son los servicios y la información y estos requieren ideas y
creatividad. Sin embargo, es curioso cómo a pesar del cambio, lo que
fomenta nuestro sistema educativo y social es lo mismo que lo que se
perseguía en la pasada sociedad industrial.
Como apunta Robinson
cuando somos niños tenemos un instinto
natural hacia la curiosidad y disfrutamos haciendo las cosas simplemente
por el hecho de hacerlas, sin pensar en el objetivo. Los
adultos rediseñamos lo que tienen que aprender y cómo lo tienen que
hacer, favoreciendo que ese instinto tan puro se vaya apagando.
¿No se adaptaría mejor a un futuro incierto la forma natural que tienen los niños de relacionarse con el mundo?
¿No sería enriquecedor conservar la forma en la que ellos conectan con
el entorno? Veamos lo que los niños hacen con completa naturalidad y que
los adultos llevamos en nuestro ADN. Sencillamente, podemos
despertarlo.
- ¡Son artistas! El gran pintor Pablo Picasso pensaba que todos los niños nacen artistas. Tienen
una facilidad asombrosa para crear, para ser genuinos, perciben la
belleza de las cosas cotidianas y la plasman mediante el arte.
Las disciplinas artísticas conectan con nuestra parte interior y se
relacionan con la expresión de sentimientos. En 2007 El País publicó un
reportaje llamado El niño que vivía en Paul Klee que cuenta como parte de la riqueza de este genial artista residía en conservar una mirada infantil hacia el mundo.
- Hacen lo que les gusta. La
forma que tienen de respetar sus intereses les lleva a hacer lo que de
verdad les gusta, por lo que el disfrute es aún mayor. En el colegio se
divierten practicando deporte, descubriendo su facilidad para la pintura
o su buen oído musical. Pero muy pronto los adultos empezamos a dar más
importancia a lo buenos o malos que son en matemáticas, las ciencias o
la lengua y con ello les condicionamos para que consideren qué es lo
importante. Abandonan la idea de ser pianista, cantante, pintor… porque
no es algo que les vaya a facilitar un buen trabajo y comienzan a
asociar el triunfo con capacidades técnicas. A medida que vamos creciendo nos vemos haciendo cosas que se esperan de nosotros o lo que creemos que se espera, posponiendo frecuentemente actividades, hobbies… que nos reportan satisfacción… Y es paradójico, muchos
padres les dicen a sus hijos qué deben estudiar, cuando los expertos en
educación aseguran que nuestros jóvenes ocuparán profesiones que aun no
existen.
- Viven el momento presente. Los
niños viven de manera natural el día a día sin saber lo que pasará
mañana. Saborean el aquí y el ahora, son auténticos. No reflexionan las
emociones, simplemente las expresan como cuando se separan de su madre y
lloran. Lógicamente, el proceso de socialización nos exige ir
aprendiendo a controlar ciertas expresiones, sin embargo, el riesgo que corremos en dicho proceso es desconectarnos de nuestras auténticas necesidades.
- Imaginan y crean. Los
niños tienen una capacidad extraordinaria para hacer de una piedra un
tesoro y de un lápiz una varita mágica. Las investigaciones de Vigotsky,
una de las personas más influyentes en la psicología del desarrollo,
destacan la capacidad de los niños para combinar elementos y crear algo nuevo, sin que sea una repetición de cosas vistas u oídas.
Según él, esta facilidad de combinar lo antiguo con lo nuevo sienta las
bases de la creación, la cual es absolutamente necesaria en nuestras
empresas y en nuestra vida.
- ¡Arriesgan! Si no saben hacer algo… ¡lo intentan! Y si la frustración no les vence, pueden intentarlo una y otra vez hasta conseguirlo. Las ideas más originales nacen de no tener miedo a caer en el error y ellos no ven un muro en las posibles equivocaciones o en las consecuencias de las mismas.
- Se mueven. La
mayoría de los niños son inquietos, ágiles, dinámicos… y esa sobredosis
de activación que a veces nos resulta molesta, es la misma que echamos
en falta cuando enferman. Ese dinamismo les hace estar llenos de vida. Robinson
critica como ahora algunos niños son diagnosticados de un trastorno por
déficit de atención cuando quizá lo único que pasa es que su interés
está lejos de lo que consideramos adecuado.
- Y sobre todo…son curiosos y alimentan su curiosidad. Su
naturaleza les lleva a buscar, preguntar, en definitiva, querer saber.
Aprenden entre ellos, copian a los modelos que tienen a su alrededor; y
para hacerlo observan y escuchan con atención. Son aprendices naturales y la curiosidad es el motor de los logros.
Debemos fomentar un sistema que abogue por el aprendizaje social y
emocional, que estimule la creatividad, la pasión, la energía y el
conocimiento de los talentos personales porque es la única manera de
afrontar los nuevos retos como sociedad y como personas. Así pues,
aprendamos
de los niños y despertemos esa parte auténtica de nosotros mismos, que
nos hace sentirnos libres, creativos y, por supuesto, más felices.
Referencias:
Vigotsky, L.S. (1986). La imaginación y el arte en la infancia (9ªed.). Madrid: Akal
Conferencia de Ken Robinson en
TED y
REDES